El 3 de septiembre de 2025, un asteroide recién descubierto cercano a la Tierra, conocido como 2025 QD8, se deslizará cerca de la Tierra a poco más de la mitad de la distancia a nuestra Luna, ofreciendo una espectacular oportunidad de observación del cielo y un recordatorio tangible del monitoreo cósmico que protege nuestro planeta.
Un pequeño asteroide, aproximadamente del tamaño de un avión comercial, pasará cerca de la Tierra sin problemas a una distancia notablemente cercana, pero no amenazante.
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El asteroide mide entre 17 y 38 metros (55 y 124 pies) de diámetro, se desplaza a una velocidad superior a los 45 000 km/h (28 000 mph), y se acercará a unos 218 000 km, o el 57 % de la distancia Tierra-Luna, el 3 de septiembre.
Estas cifras ponen el evento en evidencia: no se trata de una piedra microscópica, sino de una roca espacial de tamaño considerable, lo suficientemente grande como para ser rastreada con precisión, pero lo suficientemente pequeña como para no representar ningún riesgo. Ofrece al público una idea tangible de cómo los astrónomos monitorean los objetos cercanos a la Tierra (NEO) y calculan sus trayectorias orbitales con gran precisión.
Esto sienta las bases para comprender la importancia de estos acercamientos tan cercanos, tanto como eventos científicos como demostraciones de vigilancia.
¿Por qué este asteroide no significa peligro?
A pesar de lo dramático que parece, el asteroide 2025 QD8 no representa ninguna amenaza para la Tierra.
Los expertos confirman que su trayectoria hace que cualquier colisión sea extremadamente improbable; se rastrean NEOs similares con regularidad y no se espera que ninguno impacte la Tierra en los próximos 100 años.
Aproximaciones como esta pueden acaparar titulares, pero los datos lo dejan claro: los cientos de miles de kilómetros que separan asteroides como QD8 de nuestro planeta son suficientes para garantizar la seguridad. Al mismo tiempo, estos eventos resaltan la eficacia de las redes globales de monitoreo y subrayan nuestra capacidad para evaluar los riesgos.
Con la seguridad garantizada, el sobrevuelo se convierte en una oportunidad: un evento educativo y de observación, en lugar de un motivo de alarma.