La memoria puede ser es misterio. Ciertos acontecimientos de nuestra vida permanecen claros en nuestro cerebro por mucho tiempo que haya pasado, mientras que episodios del día anterior pueden ser ya borrosos y difíciles de recordar.
Un estudio, publicado el jueves en la revista Science, alumbra por qué ocurre esto: los científicos han descubierto que los cerebros de los seres humanos y otros mamíferos tienen un sistema para elegir qué experiencias vitales son lo bastante importantes como para ser grabadas en la memoria a largo plazo y cuáles no.
Experimentos con ratones han revelado que, durante las horas en que estamos despiertos, las células del hipocampo del cerebro se activan siguiendo un patrón específico denominado “ondulaciones de onda aguda”, que marca las experiencias importantes para luego trasladarlas a la memoria a largo plazo durante el sueño.
Aunque la investigación se llevó a cabo en ratones, ciertos procesos cerebrales han permanecido prácticamente inalterados a lo largo de la evolución de los mamíferos, por lo que los hallazgos pueden dar pistas sobre nuestra experiencia, afirmó el autor principal del estudio, el doctor György Buzsáki, catedrático Biggs de Neurociencia en la Universidad de Nueva York – Langone Health.
Como parte de la investigación, Buzsáki y sus colegas pusieron a ratones a recorrer un laberinto que tenía una recompensa azucarada al final para los que lo que llegaban allí. Mientras tanto, los investigadores controlaban la actividad de las células nerviosas mediante electrodos implantados en los cerebros de los roedores que enviaron datos a programas informáticos.
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Observaron que, cuando los ratones hacían una pausa para comer, sus cerebros producían ondas agudas que se repetían hasta 20 veces. El patrón diurno de ondas agudas volvía a tener lugar durante la noche, en un proceso que trasladaba la experiencia a la memoria a largo plazo.
Es durante el sueño cuando las experiencias de las horas de vigilia que son consideradas importantes se convierten en recuerdos duraderos.
Los investigadores observaron que los acontecimientos que iban seguidos de muy pocas ondas agudas, o ninguna, no formaban terminaban siendo recuerdos duraderos.
Según Buzsáki, este proceso de etiquetado de las memorias durante las horas en que estamos despiertos es totalmente inconsciente. “El cerebro decide por sí mismo en lugar de hacerlo nosotros de forma voluntaria”, explicó.
La relajación es necesaria para el funcionamiento de la memoria a largo plazo, agrega el estudio, que sugiere además que hay otras cosas que podemos hacer para aumentar la probabilidad de que un recuerdo se almacene de forma permanente.
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Según Buzsáki, si, como los ratones, hacemos una pausa después de una experiencia, puede que los acontecimientos se graben en la memoria a largo plazo. Necesitamos ese periodo de relajación, en el que no prestamos mucha atención a nada, para que las ondas agudas se activen. Ese proceso de vigilia es esencial para crear una memoria permanente.
En la práctica, esto significa que si le gusta ver series de televisión durante varias horas, es probable que no recuerde mucho de ningún episodio salvo el último que vio, explicó Buzsáki.
“Si ve una película y quiere recordarla, es mejor que después se vayas a dar un paseo”, dijo Buzsáki, “nada de sesiones dobles”.
Según Daniela Schiller, catedrática de Neurociencia y Psiquiatría de la Facultad de Medicina Icahn, de Mount Sinai, uno de los hallazgos más intrigantes de la investigación es el descubrimiento de que pueden producirse estallidos de actividad –en este caso, las ondas agudas– cuando el ratón está quieto y su cerebro está prácticamente parado.