Los dominicanos que viven en Jerusalén sufrieron, como todos los habitantes de la capital israelí, el pánico que provocaron los sonidos de las alarmas antimisiles, la madrugada del sábado 7 de octubre. Hasta el mediodía del domingo 8 no había reportes de ciudadanos dominicanos secuestrados o heridos por la incursión de miembros de Hamas en territorios e Israel.
La madre de un dominicano residente en Jerusalén, cuyos nombres se omiten por solicitud expresa de ambos, contó a Diario Libre la experiencia difícil que vivió su hijo, al percatarse del sonido de las alarmas antimisiles. Atinó a bajar al supermercado ubicado en el residencial donde vive con su familia: la esposa y dos hijos.
Dentro del supermercado llegó el aviso de cerrarlo y compró lo que pudo. Al salir, y llegar a las puertas del ascensor del edificio, se percató que, atendiendo al protocolo de seguridad, habían cerrado todos los accesos a éste y se suspendió el servicio de los ascensores. Tuvo que subir 15 pisos con la compra de los alimentos que logró adquirir, pensando en lo más necesario para alimentar a la familia.
Tan pronto entró al apartamento procedió a entrar al refugio previsto para esos casos en la vivienda: una de las habitaciones que se convierte en bunker, porque las paredes tienen un grosor que impiden la penetración de proyectiles.
“Mamá, voy a entrar al refugio de la casa, me quedo sin señal, pero estamos bien”, le dijo el sábado desde un Jerusalén aterrorizado por el impacto de misiles y balas.
El domingo volvió a llamar y le dijo: “Ahora solo escuchamos las alarmas de guerra. Seguimos resguardados”.
La madre, tranquila por saber que la familia estaba protegida, contó que cuando le preguntó a su hijo para hubiera pasado si alguien de su familia estaba fuera del edificio, él respondió que para situaciones como esas también hay un protocolo de seguridad. Quien vive en el edificio, aunque esté cerrado, sabe como entrar por otro lugar. Nadie más, al margen de los residentes.
El dominicano que ofrece su testimonio tiene casi cuatro años residiendo en Jerusalén. Como le dijo a su madre, quien decide o tiene que vivir aquí, lo primero que tiene que aprender es a conocer las reglas de seguridad, los sonidos de las alarmas, las que alertan sobre ataques aéreos y las que avisan el estado de guerra.