La relación entre el sueño y la enfermedad de Parkinson es algo de lo que ya se ha investigado y publicado.
Existe claramente una relación bidireccional entre ambas, recalcando que las personas que han sufrido privación de sueño crónicamente son más proclives a desarrollar Parkinson debido a que durante la fase MOR (movimientos rápidos de los ojos), se acumula proteínas anormales que aceleran la neurodegeneración.
De igual forma los pacientes con Parkinson presentan un espectro de desórdenes del sueño que abarca el insomnio, la fragmentación del sueño, los trastornos de conducta asociado al MOR (parasomnia), entre otros como somniloquio o la apnea del sueño.
Han pasado más de dos centurios desde que Sir James Parkinson realizó la descripción inicial de su famoso ensayo “Parálisis agitante” donde describía la tríada clásica de temblor en reposo, rigidez y bradiquinesia (disminución en el rango y velocidad del movimiento). Posteriormente sería Ardvil Carlson quien fuera galardonado por sus aportes sobre la dopamina, neuroquímico mayormente deficiente en esta afección.
La década de los 60 fue una época medular ya que inicia a tratarse los síntomas con Levodopa, y aunque lastimosamente hasta la fecha sólo contamos con tratamiento sintomático y aún no existe terapia curativa ni modificadora de la enfermedad, las terapias avanzadas, neurocirugías funcionales, y fármacos en progreso, han venido a alumbrar el sendero de la enfermedad y brindar calidad de vida.
La investigación científica tiene dos asignaturas pendientes y una deuda histórica en materia de Parkinson: -Encontrar un tratamiento curativo para de los 7 millones de personas que viven con la condición y 2-Una apuesta seria y asequible en el diagnóstico temprano que garantice intervenciones oportunas que mejoren calidad y expectativa de vida.
Aunque existen biomarcadores de LCR, biopsia de piel de algunas glándulas exocrinas y el panel de genotipado útiles en los casos heredofamiliares, la disponibilidad y el costo aún no permiten universalizar estas pruebas. Lo ideal sería tener biomarcadores clínicos de alta sensibilidad y especificidad que se puedan protocolizar en casos de alta sospecha o con factores de riesgo pero ¿existen estos biomarcadores? La respuesta es sí. Podríamos citar: la Hiposmia Crónica sin otra causa (disminución del olfato), constipación crónica, depresión o distimias y disfunción genitourinaria. No obstante no hay que ser muy perspicaz para entender que los cuadros citados nunca serán sinequa non. Son marcadores altamente sensibles pero no específicos.
En una entrevista realizada recientemente al prolífico neurocientífico e investigador Dr.Póstuma,el comenta una serie de casos que siguió durante 20 años con laparasomonia primaria (sueños terriblemente vividos), y más del 80% desarrolló EP, concluyendo que de todos los biomarcadores este es el más sensible y específico. Palabras esclarecedoras puessi alguien las padece deberá asumir un estilo de vida neuroprotector, tendrá acceso a un diagnóstico pre clínico y se aperturan investigaciones que prometen un futuro esperanzador luego de dos siglos de incertidumbre.