Durante siglos, la grasa corporal fue considerada únicamente como un simple almacén de energía. Se la veía como un tejido pasivo cuyo exceso la gente buscaba eliminar.
Sin embargo, investigaciones recientes han transformado radicalmente esta visión tradicional. Expertos consultados por New Scientist afirman que la grasa es un órgano activo y comunicativo.
Este avance científico resulta fundamental para comprender la salud metabólica, la obesidad y el rol de los adipocitos en procesos como la inmunidad, la fertilidad y la salud ósea.
La Grasa: Un Órgano Reconocido a Nivel Global
La aceptación de la grasa corporal como un órgano goza de amplio respaldo en la comunidad científica internacional.
Paul Cohen, de la Universidad Rockefeller, afirma con convicción que «Ya nadie discute que la grasa es un órgano, igual que los pulmones, el hígado o el bazo”.
Este cambio implica reconocer que el tejido adiposo desempeña un papel activo en la regulación de funciones vitales.
La perspectiva descarta la antigua idea de la grasa como simple envoltorio. En cambio, la posiciona como reguladora de procesos fisiológicos esenciales, como el control de la glucosa y la temperatura corporal. Randy Seeley destaca que la capacidad de almacenar energía fue crucial evolutivamente.
El Diálogo Veloz entre Grasa y Cerebro
El descubrimiento de la leptina en la década de 1990 marcó un punto de inflexión. Esta hormona, secretada por los adipocitos, actúa directamente sobre el cerebro. Su función es reducir el apetito y aumentar el gasto energético.
Cuando las reservas de grasa bajan, los niveles de leptina descienden. En respuesta, el cerebro aumenta la sensación de hambre para recuperar las reservas.
Desde entonces, la ciencia ha identificado muchas otras moléculas de señalización, denominadas adipocinas. Estas permiten a la grasa comunicarse con tejidos cercanos y órganos distantes.
La comunicación entre el cerebro y la grasa no es solo química, sino también eléctrica. Kristy Townsend, neurocientífica de la Universidad Estatal de Ohio, explica que las redes de fibras nerviosas en el tejido adiposo permiten una comunicación rápida en ambos sentidos.
Un Órgano Inmunitario y el Riesgo de Inflamación Crónica
Townsend también destaca que el tejido adiposo funciona como un órgano inmunitario. Si se observa el tejido entre los adipocitos, se encuentran prácticamente todas las células inmunitarias imaginables. Louise Thomas recuerda que la grasa es metabólicamente muy importante y que su ausencia provoca problemas de control hormonal, infecciones e inmunidad.
La localización y el tipo de grasa determinan su impacto en la salud. Más del 95% es grasa blanca, distribuida bajo la piel (subcutánea) y alrededor de órganos internos (visceral).
El exceso de grasa visceral se ha vinculado con un riesgo elevado de diabetes tipo dos, hipertensión e infartos.
La Inflamación como Problema Central
La acumulación excesiva de grasa en torno a los órganos internos favorece la inflamación crónica. Este proceso puede desencadenar graves alteraciones metabólicas y cognitivas.
Investigaciones sugieren incluso que la grasa visceral puede alterar la función cerebral. Este fenómeno favorece enfermedades como el Alzheimer.
En la obesidad, el aumento de tamaño de los adipocitos puede causar su muerte por falta de riego sanguíneo. Esto libera moléculas inflamatorias, dificultando la acción de la insulina e incrementando el riesgo de diabetes tipo dos. Además, la inflamación crónica puede dañar la memoria y la atención.
El Desafío de la Obesidad Metabólicamente Saludable
No toda obesidad implica una salud metabólica deficiente. Entre el 10% y el 30% de quienes cumplen criterios de obesidad presentan la llamada obesidad metabólicamente saludable. Estas personas no desarrollan hipertensión o resistencia a la insulina a corto plazo.
Matthias Blüher demostró que la localización precisa y el funcionamiento de la grasa son determinantes. Las personas con adipocitos más pequeños, menos células inmunitarias y un perfil favorable de adipocinas parecen estar protegidas.
Los avances buscan detectar quién tiene mayor riesgo de complicaciones para personalizar los tratamientos.
Reprogramar la Grasa para una Mejor Salud
Las nuevas líneas de investigación buscan reprogramar el órgano adiposo para que recupere su función saludable.
Blüher sostiene que el objetivo principal es transformar la obesidad “no saludable” en una variante más benigna. Esto puede lograrse sin exigir una reducción drástica de peso.
Los beneficios de la cirugía bariátrica y los fármacos modernos para adelgazar se relacionan con la mejora en la distribución y función de la grasa, más que con la cantidad total de peso perdido.














































