El gris de las cenizas impregna de desolación a la localidad hawaiana de Lahaina, arrasada por los peores incendios de su historia y donde lo único que distingue son las estructuras carbonizadas de los edificios, los esqueletos de los coches calcinados y los tallos cortados de las palmeras.
Existe una sola carretera para llegar a Lahaina, la ciudad más afectada por los incendios de Maui, y ese es uno de los varios motivos por los cuales no hubo una evacuación eficiente cuando iniciaron las llamas.
La zona es fuertemente vigilada por la policía local y militares que resguardan los vestigios del que fue hogar hasta hace unos días de cerca de 13,000 residentes, quienes ahora duermen en refugios temporales y hoteles.
Unos controles que este lunes han aumentado si cabe aún más ante la visita en unas horas del presidente estadounidense, Joe Biden, y de la primera dama Jill Biden.
Unos kilómetros antes de llegar a Lahaina aún pueden verse los letreros que advertían de que ésta es una zona seca con peligro de incendios, y a la entrada de la ciudad las estructuras de un par de coches completamente consumidos por las llamas son la primera muestra de la devastación que hay más adelante.
Las zonas habitacionales hoy son un terreno plano de polvo gris y se distinguen únicamente porque se mantienen en pie los esqueletos de las neveras y las lavadoras.
Las autoridades buscan resguardar la privacidad de las personas afectadas, que en su mayoría rechazan la presencia de los medios de comunicación. Bastan solo unos segundos de que una cámara sea visible en la zona para que un contingente de policía y elementos del ejército lleguen a prohibir cualquier registro gráfico y exijan retirarse de la zon
Las calles que dan ingreso a las partes más afectadas son celadas por puestos militares que solo permiten el acceso a vehículos identificados en los que viajan quienes trabajan en la identificación de restos humanos.
El número de muertos se mantiene en 114, sin embargo este domingo el gobernador de Hawái, Josh Green, admitió en entrevista con la cadena CBS que “se desconoce el paradero de más de 1.000 personas y tardaremos todavía varias semanas en saberlo”.
En una de las playas frente a la zona devastada, Randy Courtemanche contempla incrédulo el panorama: “Es lo peor que he visto en Maui desde que me mudé aquí en 1991”. Cuenta a EFE que su complejo de edificios es uno de los pocos que se mantienen en pie en Lahaina.
“He visto a mis vecinos que regresan con la esperanza de encontrar algo, pero sólo hay ceniza, parece que un volcán hizo erupción y destruyó todo a su paso. Hay dos edificios en pie y una iglesia, todo lo demás está destruido, memorias, casas, familias”, explica Courtemanche visiblemente conmovido.
Al igual que otros residentes de Lahaina, este vecino de la zona aguarda con bajas expectativas la visita del presidente de EE.UU., Joe Biden.
“Estoy muy decepcionado, necesito respuestas de por qué sucedió esto y cómo van a apoyar a los residentes. Tenemos uno de los mejores sistemas de alertas con sirenas en los Estados Unidos y no funcionaron, nadie fue advertido del peligro. Quiero saber por qué, tenemos la mejor tecnología del mundo, no hay excusa”, dice a EFE.
La carretera que lleva a Lahaina sufre constantemente de cortes a la circulación para el ingreso de maquinaria y este lunes está completamente sitiada ante la llegada del mandatario.
La Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés) es el brazo más visible del gobierno federal que trabaja en la zona, coadyuvado por las autoridades locales. En entrevista con EFE, su portavoz John Mills, acepta que “el proceso de reconstrucción va a ser muy largo”.
“Esta gente se enfrenta al reto más grande de sus vidas”, vaticina Mills. El rastreo, la limpieza y recolección de escombros es solo el principio de un proceso que nadie sabe a ciencia cierta cuánto tardará y sin la certeza de si Lahaina volverá a brillar algún día como uno de los principales destinos turísticos de Hawái.