El cada vez mayor calor que azota Norteamérica está causando estragos naturales, entre ellos los pavorosos incendios de estos días en las paradisiacas islas Hawaii
Para ser una mentira, lo del cambio climático lo disimula extraordinariamente bien. No solo en Europa. También en Estados Unidos. Aún queda un tercio del verano, y la estación se está caracterizando, como ya es casi tradición, por temperaturas extremas – en la tierra y en el mar -, incendios forestales devastadores, sequías e inundaciones debidas a un deshielo de los glaciares que cada año es más importante. Las catástrofes van a tener incluso consecuencias culturales, ya que, entre las áreas arrasadas están desde las localizaciones de películas como Piratas del Caribe: En el fin del mundo;Parque Jurásico;Papillón; o Muere otro día, esta última de la serie James Bond, o la portada del disco que lanzó a la fama a las megaestrellas del rock U2, The Joshua Tree.
El último gran incendio, casi con tintes macabros, está teniendo lugar en el estado de Hawaii, una cadena de islas volcánicas situadas a 3.500 kilómetros de la masa continental de Norteamérica. En la isla de Maui, la combinación de una serie de incendios forestales con múltiples focos y los fuertes vientos ha destruido el pueblo de Lahaina, de 12.700 habitantes, uno de los centros turísticos más importantes del territorio.
Lahaina y la región adyacente, en donde se rodaron, entre otros, los taquillazos de Hollywood mencionados más arriba, podría haber sido en esta ocasión el escenario de un filme de catástrofes, ya que ha sido el escenario de escenas dantescas en las que los habitantes y turistas de la localidad han tenido que lanzarse al mar ante el avance imparable del fuego. La situación es tan grave que las autoridades del estado han movilizado a la Guardia Costera y han pedido a los propietarios de embarcaciones de recreo y de pesca que se aproximen a la zona para rescatar a los que huyen.
Los daños económicos en un pueblo en el que el precio de numerosas casas es de varios millones de dólares no han sido cuantificados, pero se presumen cuantiosos. La situación, además, no es exclusiva de Lahaina. Prácticamente la totalidad de Maui – la segunda mayor isla del archipiélago, con una superficie de 1.833 kilómetros cuadrados, es decir, algo menos que la provincia de Guipúzcoa – está afectada por diferentes siniestros. La vicegobernadora del estado, la demócrata Sylvia Luke, ha declarado que “nuestro sistema hospitalario está sobrecargado con personas con quemaduras y con problemas respiratorios debido a la inhalación de humos”. El colapso hospitalario es tal que Maui, en la que solo viven 170.000 personas, ha empezado a evacuar por avión a los heridos a otras islas del archipiélago.
El incendio de Maui llega apenas dos días después de que haya sido extinguido un incendio que destruyó parte de uno de los parajes más icónicos de Estados Unidos: el desierto de Mojave, en California. El siniestro arrasó unas 38.000 hectáreas de la Reserva Nacional de Mojave y zonas limítrofes, impactando especialmente en los llamados árboles de Josué, de los que toma su nombre – y su portada – el disco de más éxito de U2, The Joshua Tree. Esos árboles, especialmente adaptados para el desierto, están viendo su hábitat natural cada año más reducido debido a la proliferación de incendios en el desierto montañoso en el que crecen. Allí, además, las condiciones climatológicas son cada año más secas y calurosas.
EL MAR, A 38 GRADOS
Aunque para calor, lo más brutal que ha pasado este año en EEUU ha sido dentro del agua. A finales de julio, el agua del mar batió el récord mundial de temperatura. Fue en el oeste de Florida, junto al condado de Manatee Bay, en el Golfo de México. El agua alcanzó los 38,3 grados. Eso significa que el agua del mar estaba a la temperatura en la que normalmente uno se da un baño muy caliente. En la zona de los Cayos, en el extremo sur de Florida, el agua llegó a 36 grados – también una temperatura normal para darse un baño en la bañera -, un nivel que, según los científicos puede dañar a los corales que allí viven.
Y del extremo sur de EEUU, los Cayos, al norte, Alaska. Ése es un estado en el que las huellas del cambio climático antropogénico – o sea, causado por la acción del hombre – es plenamente visible en todo el territorio bajo la forma de derrumbes del terreno y agujeros en medio de ningún sitio causados porque la capa de hielo sobre la que crece la vegetación se va fundiendo. Este verano, las Fuerzas Armadas de EEUU han tenido que reforzar varias de sus bases en el estado para protegerlas del hundimiento del permafrost y del avance del mar. Pero lo más espectacular ha sido lo que ha sucedido en Juneau, la capital de Alaska: una gigantesca riada causada por el deshielo del vecino glaciar Mendenhall se ha llevado por delante dos edificios de apartamentos y ha dañado un tercero. El glaciar empezó a sufrir grandes deshielos hace 12 años, y desde entonces éstos son cada vez mayores, aunque los expertos no coinciden a la hora de determinar el grado de responsabilidad del efecto invernadero en este fenómeno.