En uno de los primeros estudios a gran escala de genes relacionados con la dieta, los investigadores han descubierto casi 500 genes que parecen influir directamente en los alimentos que comemos. Los hallazgos representan un paso importante hacia el uso de la genética de una persona para desarrollar estrategias de nutrición de precisión que ayuden a mejorar la salud o prevenir enfermedades.
“Algunos de los genes que hemos identificado están relacionados con las vías sensoriales, incluidas las del gusto, el olfato y la textura, y también pueden aumentar la respuesta de recompensa en el cerebro -explica la directora del equipo de investigación, la doctora Joanne Cole, profesora adjunta del Departamento de Informática Biomédica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado (Estados Unidos). “Dado que algunos de estos genes pueden tener vías claras para influir en si a alguien le gusta o no un alimento, podrían utilizarse potencialmente para crear perfiles genéticos sensoriales para afinar las recomendaciones dietéticas de una persona en función de los alimentos que le gusta comer”.
Influencia
El análisis reveló 300 genes asociados al consumo de alimentos específicos
Para el estudio, presentado en NUTRITION 2023, la reunión anual de la Sociedad Americana de Nutrición, los investigadores utilizaron el Biobanco del Reino Unido, que contiene datos de 500.000 personas, para realizar un estudio de asociación de todo el fenotipo (PheWAS) que identificó genes más fuertemente asociados con la dieta que con cualquier factor de salud o estilo de vida. Los estudios PheWAS se utilizan para encontrar asociaciones entre variantes genéticas de interés y un espectro de rasgos y comportamientos humanos, incluida la ingesta alimentaria.
“Los alimentos que elegimos están influidos en gran medida por factores ambientales como la cultura, el nivel socioeconómico y la accesibilidad a los alimentos”, explica Cole. Dado que la genética desempeña un papel mucho menor en la influencia de la ingesta alimentaria que todos los factores ambientales, “necesitamos estudiar a cientos de miles de individuos para detectar las influencias genéticas en medio de los factores ambientales. Los datos necesarios para hacerlo no han estado disponibles hasta hace poco”.
Uno de los retos a la hora de identificar genes relacionados con la dieta es que lo que la gente come está correlacionado con muchos otros factores, incluidos factores de salud como el colesterol alto o el peso corporal e incluso el estatus socioeconómico. En el nuevo trabajo, los investigadores aplicaron métodos computacionales para determinar los efectos directos de las variantes genéticas en la dieta y separarlos de los efectos indirectos, como cuando un gen influye en la diabetes y la persona tiene que comer menos azúcar.
Este diseño del estudio fue posible porque el Biobanco del Reino Unido no sólo contiene información genética detallada, sino también datos sanitarios y socioeconómicos pormenorizados. Esto permitió a los investigadores analizar las variantes genéticas individuales en busca de asociaciones con miles de rasgos y, a continuación, eliminar las variantes genéticas indirectas que estaban más fuertemente asociadas con otros factores, como la diabetes.
El análisis reveló unos 300 genes directamente asociados al consumo de alimentos específicos y casi 200 genes vinculados a patrones dietéticos que agrupan varios alimentos, por ejemplo, la ingesta general de pescado o el consumo de fruta.
“El estudio demostró que los patrones dietéticos tienden a tener efectos genéticos más indirectos, lo que significa que están correlacionados con muchos otros factores -destaca Cole. Esto demuestra lo importante que es no estudiar los patrones dietéticos en el vacío, porque el impacto del patrón alimentario en la salud humana puede estar completamente mediado o confundido por otros factores”.
A corto plazo, Cole está estudiando los genes recién identificados relacionados con la dieta para comprender mejor su función, al tiempo que trabaja para identificar aún más genes que influyan directamente en las preferencias alimentarias. Le gustaría seguir varias líneas de investigación traslacional basadas en estos hallazgos. Por ejemplo, está interesada en estudiar si el uso de la genética de una persona para adaptar el perfil de sabor de una dieta diseñada para perder peso podría mejorar la adherencia.
También sería posible utilizar estos nuevos conocimientos para adaptar los alimentos a la predisposición genética de una persona. “Si sabemos que un gen que codifica un receptor olfativo en la nariz aumenta el gusto por la fruta y potencia la respuesta de recompensa en el cerebro, los estudios moleculares de este receptor podrían servir para identificar compuestos naturales o sintéticos que se unan a él -explica-. Entonces, podríamos ver si añadir uno de esos compuestos a alimentos saludables hace que esos alimentos sean más apetecibles para esa persona”.